domingo, 25 de diciembre de 2011

LABERINTO DE FORTUNA, OBRA CUMBRE DE JUAN DE MENA.



L
a obra cumbre de Juan de Mena lo constituye el Laberinto de Fortuna (1444), compuesta por doscientas noventa y siete coplas de arte mayor (debido al tono serio) a la que la tradición manuscrita añade otras tres. Esto da lugar a que se la conozca como Las trescientas.

Aunque tiene semejanzas con La coronación. El Laberinto es mucho más ambicioso y se nota  cierta influencia de su viaje a Italia, pues sigue los modelos clásicos latinos, así como el tinte erudito de Dante en la Divina Comedia.

La obra es la exaltación de la política castellana, su grandeza sobre los demás reinos cristianos, que culminaría con la recuperación de la zona ocupada por los infieles (hay que recordar que a esas alturas solo queda Granada por conquistar y que los nobles, que habían estado dedicados a la guerra durante siglos, quedan ociosos y dedican su tiempo en luchar con la Corona para conseguir más poder).

A pesar de la influencia humanista, el Laberinto todavía huele a estilo medieval, como atestigua su retoricismo y el uso de la copla de arte mayor. Resulta una obra compleja que dio lugar a multitud de incorrecciones entre los copistas e impresores. Tanto es así, que en el XVI lo consideraban <<oscuro e impenetrable>>, como asegura Gómez Moreno.

Sin embargo, la obra era entendida por sus coetáneos, aquellos que habían sufrido el mismo contexto político y cultural que él: unión de lo medieval y el humanismo como transición al Renacimiento del XVI.

Así, añadió motivos como la Fortuna, muy común en la literatura de fin del medioevo (La Celestina); las ciencias ocultas (como atestigua el episodio de la maga de Valladolid, quien hace una predicción sobre el Condestable don Álvaro, siguiendo un pasaje del VI libro de la Farsalia de Lucano); la peregrinatio basada en Dante; la mitología (en la rueda de la Fortuna) a la manera de Ovidio; información histórica; materia geográfica.

Todo esto se basa en la idea de enciclopedismo medieval al gustar incluir en sus obras varias materias de conocimiento (como ya se hace en el Libro de Alexandre, en el siglo XIII) con clara intención didáctica.

En resumen, el poeta es guiado por la Providencia en el palacio de la Fortuna, desde donde ve los hechos de los seres humanos.  Éstos están dispuestos en tres ruedas: presente, pasado y futuro (invisible). Cada una de ellas está formada por siete círculos gobernados por un planeta y divinidad de la mitología grecolatina: los de Diana (Artemisa en griego) o la Luna para castos y cazadores; los de Mercurio para honestos y sus contrarios; Venus (castos y lujuriosos); Febo (Apolo o Sol) para los sabios (incluidos filósofos y poetas) y los contrarios; Marte para los guerreros; Júpiter para los monarcas y emperadores (aquí invoca a don Juan II para que guarde el reino del mal) y Saturno (donde hace un texto laudatorio dirigido al condestable de Castilla).

A pesar de ser una obra compleja tanto en el contenido (enciclopedismo, moralidad, épica) como en su forma (copla de arte mayor y gusto  latinizante en el léxico  y en la sintaxis), fue elogiada por sus coetáneos y críticos posteriores. Así Hernán Núñez (entre 1499 – 1505) pretende convertirla en un gran poema nacional, pues se habla de los problemas de España que se superarán cuando concluyan las batallas entre cristianos (guerras civiles entre la Corona y Nobleza, dirigida ésta por el Marqués de Santillana) y se luche contra los musulmanes para liberar la Península. 

Pero este poema no quiere ser tan solo provocador de sentimientos patrióticos mediante la literatura (idea de una Castilla fuerte y unida), sino que, a principios del XV, la lengua castellana se consideraba hija bastarda del latín. De manera que se consideraba que la literatura vernácula no podría ser tan sublime como la de Virgilio.

A lo largo del XV, algunos autores pretenden dar reputación a dicha lengua. Éste es el cometido de Mena, que lo intenta acercándola lo más posible al latín. De modo que la emparenta con ella -latinismos creados por Mena que ahora ya están en la lengua común (prepotente), construcciones sintácticas latinas como el ablativo absoluto (miedo pospuesto o vista la cara), separa sustantivos de su adjetivo (¡Oh matador de mi fijo cruel!)-; sin embargo, junto a esto, María Rosa Lida analizó que incluía elementos populares como en el vocabulario (Calis, en vez de Cádiz) y en la sintaxis.

Ya hemos mencionado la importancia de conocer el tumultuoso contexto histórico en que se crea la obra. Pero ha de tenerse en cuenta que Juan de Mena no escribe, como otros autores (Fernán Pérez de Guzmán), ya muerto el Condestable, sino que lo hace en pleno reinado de don Juan II y como funcionario real que necesita el favor tanto de éste como de su Condestable. Aún así critica la egoísta política de los nobles (pretenden controlar territorios para tener más poder, quitándosela a la Corona) y la inmoralidad, mientras ensalza a los antes mencionados como ejemplo de virtud y nacionalismo.

Para terminar, puede verse que hay tres ámbitos de exhortación: el moral, pues condena los vicios que debilitan a Castilla y elogia las virtudes personificadas en Juan II, don Álvaro de Luna  y otros; el político, ya que hace patente su deseo de que se olviden las disputas y diferencias para unirse contra los musulmanes; y la conclusión, por la que insta al Rey a que se ponga al frente de dicho movimiento nacional, equiparándolo a una cruzada.

Leer también:
Sexto aniversario del nacimiento de Juan de Mena.
Coronación del Marqués de Santillana.
Coplas contra los pecados capitales.
Prosa de Juan de Mena.
Leer la obra.

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