martes, 14 de febrero de 2012

EINSTEIN Y LA ATLÁNTIDA.


La existencia de una serie de mapas antiguos, copias de otros anteriores, han llamado, desde hace tiempo, la atención de los investigadores, pues muestran un gran conocimiento cuando los polos no se habían descubierto.

La descripción minuciosa y detallada de los mapas resulta enigmática. Tanto es así que muchos estudiosos se preguntan si la Historia que hemos aprendido en la escuela es cierta o si desconocemos civilizaciones anteriores a nuestros conocimientos.

¿Tal vez existiera una civilización avanzada y perdida que nosotros, en nuestro orgullo, ignoramos?

Según Platón, esa civilización existió antes de que nosotros creáramos la Historia. Este filósofo griego del IV a. C. nos cuenta, basándose en las conversaciones con sacerdotes egipcios, que dicha civilización (a la que denomina Atlántida) fue destruida por un enorme cataclismo. Lo que podría considerarse leyenda, parece que tiene algo de realidad si consideramos que muchas culturas (distanciadas) se refieren a un desastre natural (la Biblia, Mesopotamia, tribus africanas, musulmanes, mayas, indios americanos, etc.) que provocó casi la desaparición de la Humanidad antes de la Historia. La realidad es que no solo hay recuerdo de dicho cataclismo en las distintas sociedades, sino que la Geología y la Arqueología nos ofrecen muestras del mismo.

Así, se han encontrado yacimientos arqueológicos en México de hace 250.000 años; en Siberia, de hace 300.000 (hay que recordar que las teorías ortodoxas consideran que América solo está habitada desde hace unos 20.000, y por el hombre prehistórico). ¿Podremos ser tan orgullosos de considerar que en tanto tiempo no ha habido ninguna civilización anterior cuando somos muestra del avance tecnológico que es posible conseguir en unos pocos años?

Otras pruebas de la existencia de civilización avanzada  y un cataclismo antes de la Historia son: que los geólogos consideran que la erosión de la Esfinge de Egipto no se debe al viento, sino que sus formas redondeadas indica que sufrió potentes lluvias (la cabeza egipcia es un añadido, y a diferente escala, a la estatua); que el fuerte inca Samaipata revela una gran destreza que en nuestros días no seríamos capaces de imitar; que las ruinas de Tiahuanaco presenta la misma sorprendente habilidad (los propios incas indican a los colonos españoles que la construcción estaba allí hacía miles de años antes de que ellos llegaran); que poseían conocimientos matemáticos y sobre los astros (Egipto, mayas) avanzados, teniendo presente, incluso, el movimiento terrestre.

Gracias a los estudios sobre Tiahuanaco de Pasinski, se comprobó que su construcción databa de unos 17.000 años, momento en que la inclinación del eje de la Tierra era diferente al de hoy. Por lo tanto la civilización que lo construyó era poseedora de conocimientos matemáticos y astrológicos, pues en verano e invierno el sol sale por las esquinas.

Lo mismo ocurre con las pirámides de Egipto, que plasman en la tierra la constelación de Orión desde el punto de vista de hace unos 12.500 años (momento de  la posible construcción de la Esfinge, entonces león, símbolo de dicha constelación).  Se cree que fue en ese momento cuando un diluvio azotó esa tierra, coincidiendo en la religión del Antiguo Egipto con la llegada de Osiris y los suyos para crear civilización dentro de ese caos.

Esto se asemeja también con la curiosa divinidad de Tiahuanaco, en Bolivia, representada como una figura estilizada, barbuda y de piel blanca. Dios que también estaba encargado de renovar la humanidad en medio del caos y los desastres naturales.

Algunos consideran que esas divinidades pudieron ser seres humanos reales que habían escapado del caos, aunque su civilización se había perdido. Es posible que fueran grandes navegantes. Eso explicaría la existencia de antiguos mapas (conservados en copias turcas del principio del XVI) donde se describen tierras no descubiertas entonces. Debemos tener en cuenta que Colón se centró en la zona de El Caribe. Así, se presenta terreno que ahora está bajo kilómetros de hielo y no fue descubierta hasta 1949.

Curioso es también que se asemeja a los mapas de los submarinos, en los que  la medida parte del lugar de origen, en este caso Egipto y coincide con España, el oeste de África, la costa de la Antártica y el este de América del Sur y Central.

A esto se suma que un mapa (recordemos que copia de copias, como se señala en el documento) del siglo XVI muestra las longitudes y latitudes con minuciosidad, lo que no fuimos capaces de hacer en Europa (supuestamente más adelantados) hasta el XVIII. Aunque nosotros no tuvimos manejo de las distancias náuticas hasta la Ilustración, los mapas, que pueden ser copias de unos anteriores a la época de Alejandro Magno, sí presentan esa habilidad.

Pero ¿qué pasó con una civilización tan capaz? Platón explica que una civilización con alta tecnología desapareció a causa de una catástrofe natural (igual afirman la Biblia, las religiones africanas, Popol Vuh maya, etc.) de agua, frío y oscuridad.

Esto se relaciona con el disco solar azteca, que indica cuatro catástrofes que sufre la Humanidad: inundaciones, fuego, vientos y sangre de guerra. Además anticipan estos cataclismos con los movimientos en el interior de la Tierra.

Prueba de que sucedió una calamidad natural  la encontramos en los animales sepultados en brea en California o los mamut (con el estómago repleto de plantas tropicales) congelados en Siberia  o los encontrados en Groenlandia y fechados en el 10.500 a. de C.

De manera que hubo inundaciones, aumento de la temperatura en algunos lugares provocando la subida de los mares, heladas en otros, terremotos y erupciones. Y todo esto dio lugar a que desaparecieran numerosas especies en muy poco tiempo: es el fin de la Edad de Hielo. ¿Qué lo provocó? Charles Hapgood propuso la Teoría del desplazamiento de la corteza terrestre; es decir, toda la corteza terrestre se cambió de sitio de repente. Hay que recordar que dicha corteza se posa sobre una fina capa  fundida (la Teoría de las placas tectónicas, que da lugar a la separación de los continentes, no fue aceptada por los científicos tampoco, al menos hasta cincuenta años después). Einstein apoya la teoría de Hapgood al considerar que la corteza terrestre puede moverse en bloque. Sin embargo, su muerte provocó que la teoría no llegara a tomarse en serio entre algunos científicos.

La enorme cantidad de hielo (pudo ocupar tres kilómetros de grosor) de los polos formándose de manera desequilibrada daría lugar, según Einstein, a que la Tierra vibrase inestabilizada por el gran peso en uno de sus bordes.  Así surgiría el cambio de la corteza terrestre. De modo que en el 53.000 a. de C. el Polo Norte se hallaría cerca de Europa; luego, se desplazaría a Canadá; y, más tarde, hacia el 10.500 a. de C., ocuparía el lugar actual. El movimiento provocaría que se descongelaran terrenos antes helados.

Esta teoría explicaría no solo los diluvios, sino otros desastres que mencionan las leyendas de culturas de todo el planeta, como los terremotos, erupciones y  heladas que se sumaron al tropel de agua.

Sin embargo, ¿dónde se encontraría esa civilización antigua y avanzada tecnológicamente a la que se refiere Platón (entre otros)? Hay que recordar que su isla no solo sería destrozada por un diluvio, sino que se cubriría por una gruesa capa de hielo. ¿No podría ser la Antártica? El Polo sur debió desplazarse hace unos doce mil quinientos años junto al resto de la corteza terrestre, de modo que podría suceder que la Antártica se encontrara en zona de clima templado hasta el cataclismo. Por tanto, es posible que hubiera allí una civilización que desaparecería igual que otras especies. Esto explicaría el hecho de que los mapas antiguos a los que antes nos referíamos muestren detalladamente partes de la Antártica no conocida hasta el XIX y solo hace unos veinticinco años que sabemos que existe tierra bajo el hielo.

Leer también:

Centenario de la Teoría de la relatividad y el cerebro de Einstein.

Curiosidades.

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