jueves, 6 de diciembre de 2012

¿POR QUÉ NUESTRA CONSTITUCIÓN DE 1978 ES COMO ES?


Hoy, 6 de diciembre, día en que se celebra la aprobación de la constitución de 1978 vamos a hacer un breve repaso de las situaciones que condicionan que sea como es. Todavía recuerdo que, siendo niña, se celebraba con verdadero entusiasmo popular cada uno de los cumpleaños de la Carta Magna, como si se respirase con alivio porque nadie hubiera hecho una revuelta violenta que terminara con la joven democracia. ¿Qué nos ha pasado?

Remontemos un poquito. La etapa contemporánea de nuestra historia comienza más tarde que en otros países (siempre a la zaga). Mientras que el pistoletazo de salida y abandono del Antiguo Régimen sucede en el resto con la Revolución Francesa en 1789, la fuerza de las elites sociales en España hace lo posible para que esa evolución no se dé. Y van a hacer continua presión incluso en nuestros días. Es decir, a lo largo del XIX, XX y en la actualidad van a existir ciertos grupos (los antiguos privilegiados) que hacen lo posible (muchas veces con malas artes) para volver a un sistema anacrónico en el que la mayoría paupérrima y analfabeta se vea esclavizada por sectores minoritarios que acumulen la riqueza y derechos.

Como decía, en España se da más tarde la caída del Antiguo Régimen, hacia 1808, que pone al país en una grave situación hasta 1814. Aróstegui considera que la etapa contemporánea sufre grandes ciclos, periodos con longitud paralela  en relación con las generaciones (dos, concretamente).



Estos ciclos producen cambios con verdadera actividad histórica, a saber: la Guerra de Independencia, la I República, la II República y la Guerra Civil, la muerte de Franco. Cada uno de estos momentos provoca un conflicto que da lugar a un cambio: la Guerra de Independencia, la II Guerra Carlista, la Guerra civil por antonomasia (más devastadora, aunque más breve). Y esto explica el miedo y la inquietud existente en 1975. Mucha gente temió una nueva guerra civil. Y esto resulta de gran relevancia para explicar todo lo que sucede en la transición, incluso nuestra propia Constitución.

Vamos a revisar brevemente el tercer ciclo, el que va de 1931 a 1975. En 1931, tras un periodo de corrupción, de turnismo de partidos, de crisis provocada por las elites, el sistema de la Restauración (que es una vuelta al Antiguo Régimen) se viene abajo con la II República que intenta modernizar España. Sin embargo, para hacerlo ha de tocar a esas elites poderosas que quieren volver a los privilegios medievales que les otorgaba el Antiguo Régimen: Iglesia, Ejército y grandes terratenientes (los nobles medievales, los patronos decimonónicos y los grandes empresarios de la actualidad). Se abrió un largo periodo de dictadura que suprime el liberalismo y que vuelve al Antiguo Régimen, abierto por varios años de conflicto entre los que pretenden el progreso contra los opuestos. Y dicho periodo no concluye hasta la muerte del dictador en 1875, aunque sufría ya antes unos momentos de profunda crisis ligados a cambios sociales y al atentado contra Carrero Blanco el 20 de diciembre del 73. Había aparecido una fuerte oposición instruida, concienciada y evolucionada. Un mundo obrero  español evolucionado y el universitario a los que se unió la Iglesia (parte al menos)   con un cambio de actitud desde el Concilio Vaticano II.

Pero el Régimen se enfrentaba a otos problemas: ideología envejecida, diferencias internas y una minoría de población que había vivido la guerra.

Al morir el dictador, los sectores inmovilistas del Régimen predominaban y pretendían perpetuar el sistema. Sin embargo, no es lo que deseaba la mayoría de la población. Especialmente los jóvenes y ciertos grupos sociales. Ni la opinión internacional.

Así que la situación se caracterizaba por: la disgregación de posturas políticas también dentro del régimen (“reformistas” y el búnker); incapacidad de encontrar camino que renovara el Régimen con alguna libertad real; fortalecimiento de la oposición desde la derecha a la izquierda, incluyendo el sindicalismo clandestino; oposición al Régimen de la Iglesia y núcleos clandestinos dentro del propio ejército; a lo que se sumaba la crítica desde el extranjero y la crisis económica del petróleo, que comenzó a perjudicar a muchos españoles. Arias Navarro no fue capaz de enfrentarse a ello.

La oposición iba fortaleciéndose desde los  sesenta y comienza a unirse durante los setenta.

Mientras, los franquistas discutían quién sucedería a Franco y cómo. Unos pretendían mantener el Régimen según las Leyes Fundamentales Franquistas; otros apostaban por su desmantelamiento y dar un paso a la democracia. Pero…¿qué régimen se seguiría? ¿Monarquía? ¿República? ¿Por qué vía? ¿Ruptura revolucionaria? ¿Gobierno Provisional? ¿Cortes constituyentes? ¿Reforma gradual?

Lo que atraía a los franquistas inmovilistas era continuar con el régimen mediante retoques aparentes, maquillaje que lo disimulara y le diera la presencia de una democracia ficticia.

Otros, como los católicos monárquicos y otros reformistas, pretendían poner en marcha un proceso de cambio que se ajustase al régimen franquista y lentamente llegara a un régimen democrático como los europeos.

En cambio, la oposición proponía la ruptura y la entrada del proceso constituyente: elección de gobierno provisional, convocación de cortes constituyentes, referéndum para formar Estado (postura republicana), elecciones generales.

Dos días después de la muerte de Franco, Juan Carlos de Borbón juró como Jefe del Estado. Se forma un nuevo gobierno con Carlos Arias Navarro al frente. Constituyó un gabinete con tres vicepresidencias: Defensa (general De Santiago), Gobernación (Manuel Fraga) y Hacienda (Juan M. Millar Mir). Además también se encontraba Adolfo Suárez (falangista).

El Rey decidió nombrar presidente de las Cortes y Consejero a Torcuato  Fernández Miranda (antiguo vicepresidente de Gobierno con Franco).

Pero el gabinete no podía avanzar porque no se ponía de acuerdo. Esto hizo que el presidente de las Cortes (Fernández Miranda, decidido a hacer reforma controlada) empezara a tomar protagonismo intentando que las Cortes heredadas del Franquismo fueran un instrumento por el que pasaran las reformas. Mas la resistencia de éstas era fuerte y rechazaba los proyectos. La relación entre el Rey y el Presidente del Gobierno no es buena, lo que se hace patente en las declaraciones del primero en Newsweek afirmando que la política de Arias Navarro era un desastre. Aseguraba que España sería un Democracia. Así consiguió la dimisión de éste  en junio del 76, gracias también a las movilizaciones de la oposición y del pueblo. Así se puede ver que la Transición no es resultado solo de negociaciones, sino también del activismo social. La juventud se preocupó por los asuntos políticos.

El “orden público” –o el miedo que daba las consecuencias de un pueblo unido- fue una de las obsesiones de Manuel Fraga. Un conflicto de gran gravedad fue la huelga general de Vitoria, donde la represión causó muertes. Prueba, como decía, del pánico que producía que el pueblo se uniera y provocara la caída de los privilegiados. Por eso el PSOE, PCE y PSP de Tierno Galván creían poder forzar una decisión de ruptura con el régimen franquista. Sin embargo, la oposición monárquica y cristiana –demócrata desconfiaba de una clara ruptura.  Y así se llegó a mediados del 76.

Había que elegir nuevo presidente entre Federico Silva Muñoz, Gregorio López Blanco y Adolfo Suárez. El preferido tanto de Fernández Miranda como del Rey era el último, que sería nombrado el tres de julio, lo que desconcertó a la opinión pública. Ninguno de los principales políticos  quiso formar Gobierno con él. De modo que se unieron políticos jóvenes de ideología democristiana, de la oposición moderada del franquismo y “azules”, reformistas del interior del régimen franquista.

Lo que se pretende es utilizar los propios medios franquistas para que, sin cambios drásticos, pueda llegarse a la Democracia. Lo principal para conseguirlo era: desmantelar el régimen desde su interior y buscar el consenso con la oposición externa. Pero este proyecto tenía enemigos: inmovilismo franquista y la oposición histórica al franquismo.

Se pretendió aprobar la Ley para la Reforma Política, que se presenta al Consejo. Antes, Suárez se acercó a la cúpula militar para explicar el alcance de la reforma, indicando que no se iba a legalizar el PCE, que no habría elecciones ni represalias por los cuarenta años de Dictadura. Para defenderla, se utiliza a Primo de Rivera. Pero la aprobación mayoritaria no sólo se debió a las estratagemas de Adolfo Suárez de Fernández Miranda, sino también a las amenazas de Europa. Sólo se opuso el búnker, pero su fuerza ya era débil. Se había aprobado el sufragio universal porque se había asegurado: la conservación del estatus, el predominio de la derecha, la no responsabilidad ante la Dictadura, el mantenimiento de la ilegalidad de la izquierda más agresiva.

Ahora faltaba atraer a la oposición hacia la reforma. Sin embargo la oposición interna torpedeaba la ley convocando huelga y absteniéndose en la votación.  Desconfiaba porque la veía como obra de la corona y del franquismo. Deseaba medidas inmediatas y de ruptura total junto a un proceso constituyente.

A pesar de la presión que sufría Suárez desde un lado y otro, debía dar otro paso. Sería la aprobación de la Ley de Asociaciones. Y debía hacerlo sin levantar desconfianza entre el Ejército.  Así que se reunió con la cúpula militar para explicar el alcance de la misma. Y aseguró que no se aprobaría el PCE. Pero Suárez, desde el inicio, mantenía reuniones secretas con la oposición (Felipe González, Jordi Pujol, Tierno Galván), pero no había conseguido atraer a los comunistas, que no se fiaban nada, además que al principio no habían sido tenidos en cuenta. Pero al final, el 27 de febrero del 77, tuvo lugar la reunión con Santiago Carrillo. Y se percataron de que estaban de acuerdo en bastantes asuntos. Una cuestión clave fue la legalización del PCE. Aunque la oposición externa se oponía a la forma de hacer las cosas,  el Gobierno necesitaba legalizar la oposición para legitimizar el cambio de régimen. Para ello se necesitaban elecciones generales y llevar a la oposición a las mismas. Pero el éxito del procedimiento se basaba en eliminar la resistencia del franquismo.

Resultaba vital agrupar sectores políticos normales.

Tras la elección de nuevas Cortes vino la fase constituyente desde junio del 77 a febrero del 79. Pero la crisis era tan dura desde los inicios de los setenta que había que enfrentarla de manera conjunta entre todas las fuerzas. El resultado: los Acuerdos de la Moncloa.


El 15 de diciembre del 76 la Ley de Reforma Política fue llevada a referéndum. La oposición histórica promulgó la abstención, porque no se fiaba de nada que viniera del régimen. Pero, finalmente, los partidos políticos fueron entendiendo que era la única vía de legalización, por lo que necesitaban un cambio  de estrategia.

Se ha abierto el camino para legalizar las huelgas (marzo del 77) y aceptar el derecho de asociación sindical (abril del mismo año). Faltaba la legalización de los partidos políticos.

Aparecieron numerosos partidos políticos (de derecha e izquierda) ante la posibilidad de participar en el proceso electoral. Pero a la legalización del PCE se oponían: el Ejército, la extrema derecha franquista, parte de la derecha pragmática (Fraga), parte de la opinión popular. Mas Suárez  hizo una sigilosa preparación de la legalización del partido. No comunicó su intención a los ministros y emitió el decreto de legalización en las vacaciones de Semana Santa (abril del 77) cuando la actividad política era mínima.

Aparece gran cantidad de partidos: de derecha (Alianza Popular –con Fraga a la cabeza-, Partido Popular, CIU), de centro (UCD en torno a Suárez, pero con el problema de la heterogeneidad ideológica), de izquierda (PSOE, PCE, PSP) y anarquista.

Las elecciones sirven para barrer algunos partidos del mapa electoral y saber el pensamiento español: un pluralismo moderado. Y se caracteriza por distancia ideológica, bipartidismo competencia por el centro.

Los resultados electorales plasmaron la heterogeneidad. Hubo 79, 92 % de participación tras 41 años sin elecciones. Pero ningún partido obtuvo la mayoría absoluta de 350 escaños de diputados y 201 de senadores. UCD  venció con 165; el PSOE se convirtió en la gran fuerza de la oposición con 118; el PCE obtuvo escaso apoyo con 20 escaños; lo siguió el PSP de Tierno Galván y Alianza Popular de Fraga (quien había formado parte de la Dictadura desde muy pronto). Así que Suárez formó el primer gobierno en junio del 77. Y así desaparecieron las Cortes heredadas del Franquismo.

Las nuevas Cortes tenían una tarea muy relevante a petición del pueblo: la elaboración de la Constitución. Una vez hecho esto, Suárez disolvió las Cortes como si sí hubieran sido constituyentes (1979). Pero vamos a explicar cómo se llega hasta allí.


La preparación de la Constitución de 1978 se debió a un gran esfuerzo por mantener el consenso de partidos, una ley fundamental aceptable para todas las posturas. Y sirvió en ese contexto para evitar un levantamiento que produjera otra guerra. Sin embargo, se quedaría a medio camino de lo verdaderamente democrático. De hecho, algunas constituciones anteriores resultan más adelantadas (1812 y la de 1931). De manera que la necesidad de consenso produjo peculiaridades en la nueva Carta Magna: largo tiempo que tardó en ser preparada; menos progresista que la del 31 y además ambigua (como en el diseño de las Autonomías –Título III-y respecto a la función última de las fuerzas militares; aceptación de otras lenguas, pero la obligatoriedad del español.

La Constitución se terminó en octubre del 78, aprobada por las Cortes. Después se hizo referéndum. Ya teníamos nueva constitución el 6 de diciembre de 1978 tras una larga dictadura que había metido al país a una involución de varios siglos.

La novedad es que es la primera constitución española no hecha por un partido, sino por consenso. Pero esto produce la ambigüedad que la caracteriza.

Resulta un texto breve, de  ciento sesenta y siete artículos. Es de naturaleza democrática, que apuesta por la Soberanía Nacional, la Monarquía Parlamentaria, las cortes bicamerales (Congreso y Senado, que responde a las presiones del búnker franquista), Derechos y libertades, Derecho de Autonomías (aunque ambiguo), oficialidad del castellano y cooficialidad de las distintas lenguas del país.

Al aprobarse en referéndum, se disuelven las Cortes (ambas cámaras) y se convocan nuevas elecciones en enero del 79 (tanto generales como autonómicas). Con ellas empieza la etapa de consolidación de la Democracia, aunque el golpe de Estado hizo ver que no sería así hasta 1982.

Hemos visto que la Transición se debe a negociaciones políticas y a movimientos populares que presionan, todo envuelto por la crisis del petróleo. Sin embargo, existen otras fuerzas influyentes en todo lo que sucede. Unas fuerzas más o menos ocultas: Ejército, Iglesia, Banca y poderes financieros (¡qué sorpresa!) y la prensa.

En cuanto al Ejército, es heredero de los vencedores de una cruenta Guerra Civil y compuesta por muchos de los participantes de la misma. Un claro obstáculo para el sistema democrático. De ahí que primero presionaran y después dieran el golpe. Sin embargo, tras la muerte de Franco, carecía de líder claro. Y esto restaba unidad necesaria para la victoria. Además, algunos generales (pocos) participaron en la reforma desde dentro, llegando, incluso, a la vicepresidencia del gobierno con Suárez. A esto se suma que las reformas que se llevan a cabo en el Ejército se hacen de manera lenta y sin herir intereses (vamos, que casi no tocan nada) a diferencia de lo que ocurrió en la II República.

Respecto a la Iglesia, fue mucho más inteligente. Apoyó el cambio político –al menos en apariencia- siempre esperando no perder sus privilegios.

Pero la creación de la opinión de la época se debió a la labor de la prensa. Continuaban periódicos franquistas, como ABC o la Vanguardia (que hay a gente que se le olvida lo que lee); había prensa propiamente del Estado; nacieron periódicos nuevos como El País (1976).
Y sobre la Banca y los poderes financieros…ya sabemos lo que hay detrás, de dónde proceden y cuáles son sus intereses. Mucho cuidado, que lo que sufrimos ahora viene de largo. Lo relevante es que tenían mucho poder y grandes intereses por guardar sus privilegios.


La disolución de las Cortes tras la aprobación de la Constitución daba por terminada la difícil etapa constituyente (1979 a 1982), problemas que se hacen patentes con la crisis interna de UCD y el golpe de Estado de febrero del 81.  El hecho de  que éste acabara en fracaso prueba que hubo mecanismo de defensa de las instituciones, siendo de gran relevancia el papel de la Corona.

En marzo del 79, las elecciones dan a UCD como vencedor, pero con la coalición de PSOE Y PSP pisándole los talones. En cambio, en las autonómicas vemos que los grandes núcleos urbanos apuestan por la izquierda. De este modo Madrid fue gobernado por Tierno Galván, uno de los mejores alcaldes de la capital (¿pero qué le ha pasado a los madrileños? ¿han involucionado para votar a los mismos que nos metieron en una guerra civil y formaron una dictadura para no perder su privilegios?; cada día me sorprenden y decepciono  más).

Suárez forma nuevo gobierno, pero ha de enfrentarse con los problemas económicos heredados y con los de la crisis del petróleo,  también con las luchas internas. Y la oposición política no se alegraba con la idea de que un partido cuyos miembros eran de origen franquista estuviera en el poder. El PSOE presentó una moción de censura.

Suárez hizo pública su idea de dimitir. Lo sustituyó Calvo Sotelo, que pretendía renunciar a la política reformista. Las luchas internas continuaban, pero todo explotó con la aprobación de la Ley de Divorcio, que separó a socialdemócratas y democratacristianos.

Mas la bola se hizo mayor con la extensión de una epidemia incontrolable: “el síndrome tóxico”. Y el Gobierno no supo qué medidas tomar. Esto produjo varias muertes. Esto haría patente la pervivencia de la presión militar. Aparece Manifiesto de los cien, por el que los oficiales piden la autonomía del Ejército (uff). Hacía patente que el ejército se oponía a la Democracia y que la desafiaba.

UCD comienza a hundirse, como prueba su descalabro en las autonómicas gallegas. Además Calvo Sotelo no se entiende con Suárez. Pero el partido cae cuando el propio Adolfo Suárez decide abandonar UCD y formar otro partido: Centro Democrático Social.

Calvo Sotelo disuelve las Cortes. Las elecciones generales se celebran el 28 de octubre de 1982. y se dio un cambio de ciclo en la política española al producirse la victoria del PSOE. Esta fecha es el fin del proceso de Transición y el comienzo de la España democrática, ya que forma gobierno un partido ajeno al entorno franquista.

La izquierda venció ampliamente respecto a la derecha –Coalición Popular (ya con sus estratagemas semánticas para engañar al pueblo), formado por Alianza Popular de Fraga y el Partido Popular, como se ve dos grupos con miembros franquistas-. Pensó, entonces, que, por fin, se estaba superando la lucha que había dividido a los españoles desde los años treinta. Se equivocaba. Y, lo que es peor, subestimó la capacidad manipuladora de la derecha, así como el vicio del pueblo de olvidar la Historia.



2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Patricia, por este trabajo de investigación. El artículo es ingente pero necesario. Es importante comprender por qué celebramos ciertas cosas. Uno de los problemas de la sociedad de hoy día es que no se alegra por las cosas que tiene, no las valora, y termina celebrando unas fiestas que, en la mayoría de los casos, no sabe ni siquiera cuál es el motivo que la origina. Por otro lado, es conveniente saber el contexto en el que se origina la Constitución, tal vez para comprender ciertos artículos, probablemente válidos y necesarios en el momento de 1978, pero que más de 30 años después han quedado obsoletos. No es falta de respeto: simplemente hay que evaluar lo que tenemos y ajustarlo a los tiempos que corren.

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  2. Querida Patry, gracias por la recomendación del "Bisturí", pero sobretodo gracias por publicar este excelente artículo sobre lo que teníamos, sobre lo que pasamos y lo que nos queda. Te aseguro que me ha recordado tantas cosas, que me parece mentira, que como tú bien dices, las frágiles memorias no se den cuenta de lo mucho que costó pasar de un régimen franquista a una democracia, en principio "vigilada" hasta llegar a los tiempos actuales con, otra vez "poderes fácticos" empujando al Pueblo al barranco sin importarles para nada la España que es de todos.
    Comparto tu artículo en facebook y Google+. Un abrazo y Feliz año para todos

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.