domingo, 14 de abril de 2013

MITOLOGÍA JAPONESA: LA CREACIÓN DEL MUNDO.


En el inicio de los tiempos el universo era una masa gelatinosa. De ella surgió el dios Amanominakanushi – no – kami, al que siguieron otros cuatro más. Todavía sin tierra, estos cinco dioses principales, más otras divinidades, habitaban en la Altiplanicie del Cielo (Takamagahara). Fueron los más jóvenes – Izanagi e Izanama- los encargados de crear esa tierra. Para ello, asentados en el Puente Flotante del Cielo, sostuvieron juntos la lanza sagrada y agitaron a la par las profundidades. Al sacar la lanza, ésta dejo caer unas gotas que formaron el primer terreno: la isla Onogoro.


Existen elementos de la cultura japonesa que recuerdan a la China. Posiblemente eso se deba a que hace unos doce mil años existían estrechos tramos de tierra que conectaban Japón al continente y a Corea del sur. De modo que eso debió facilitar la llegada de los nuevos habitantes a lo que luego sería el archipiélago japonés.

Teniendo en cuenta esto, resulta comprensible que la narración de la creación del mundo presente vinculación con la china.


Los dos dioses descendieron y construyeron un palacio. Además, inventaron un rito matrimonial. Su primer hijo, llamado Hiruko (niño sanguijuela) era un ser deforme. Por eso lo introdujeron en una barca y lo lanzaron al mar. El niño había salido deforme porque la diosa Izanami había sido la primera en hablar en el rito matrimonial. Por eso la pareja lo repitió. Izanami volvió a quedar embarazada. Primero dio a luz las islas japonesas; después, a divinidades vinculados con fenómenos atmosféricos; luego,  a Kagutschi, dios del fuego. El retoño quemó tanto a su madre que ésta murió al dar a luz. Sin embargo, otros seres surgieron todavía de su cuerpo. De las lágrimas del apenado esposo, el dios Izanagi, también brotaron dioses.

Ahora comienza un episodio que recuerda  a Orfeo y Eurídice de la mitología griega. Una vez muerta, Izanami llegó al subterráneo mundo de las sombras: Yomi. Su esposo decidió partir en su busca. Una vez allí, el rey del inframundo le indicó que no debía mirarla. Sin poder aguantar, Izanagi prendió una púa de peine. La luz de la improvisada antorcha le presentó la imagen de su esposa, ahora en descomposición. Aterrado, el dios procuró huir. Enfadada ante tal reacción, Izanami mandó una horda de demonios a perseguir a su marido. Ella misma se había convertido también en un demonio. Cuando Izanagi alcanzó la salida y llegó al mundo de los vivos,  halló tres melocotones. Los lanzó contra el terrible ejército, más Izanami estaba a punto de llegar a la salida, por lo que el dios la bloqueó con una enorme roca. Así terminó su matrimonio. ¿Vendrá de ahí hasta que la muerte os separe?

2 comentarios:

  1. Como siempre, la especial delicadeza y sensorialidad oriental. La imagen de los dioses con la lanza removiendo las profundidades me parece muy en boga con Japón. Creo que en estos detalles se puede saber más o menos la localización de los mitos, pues aunque todos ellos, como se está viendo en los diferentes artículos, repiten recursos e incluso historias, siempre las dotan de un estilo único.

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    1. ¡Me encanta también esa imagen! Estoy contigo. Cada cultura presenta unos rasgos distintivos y personales, aunque el tema y los motivos se repitan en todas. Eso responde a las características de los seres humanos: todos somos iguales y distintos a la vez. ¡Es una maravilla!

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Se agradecen los comentarios, especialmente para no sentirme como una loca que habla sola. Saludos.