domingo, 9 de noviembre de 2014

MITOLOGÍA JAPONESA: AMATERASU.

En otra ocasión relatamos el mito de Izanagi e Izanami. La narración de hoy es justo la continuación.

Cuando Izanagi volvió al mundo de los vivos, de sus ropas y cuerpo surgieron divinidades, de las que destacaban los siguientes: Amaterasu (diosa del sol), Tsuki-yomi (dios de la luna) y Susa-no-o (dios de las tormentas). Entre ellos, Izanagi repartió el mundo: Altiplanicies del Cielo para Amaterasu, la noche para Tsuki-yomi, el mar para Susa-no-o.  Lo que sucede a continuación me recuerda a lo que ocurre entre Zeus y Posidón. Susa-no-o, celoso del cargo de su hermana, desobedece y procura quedarse con el cielo.
Amaterasu

Amaterasu intuyó que su hermano quería volver a intentar quitarle el gobierno del cielo, por lo que decidió enfrentarse a él. Susa-no-o quería mostrar que era más poderoso que ella, de modo que la retó: aquel que consiguiera engendrar dioses más valiosos sería el merecedor del gobierno de las Plano del Cielo. Amaterasu venció a su hermano, pero éste no aceptó la derrota. Enfurecido atacó a su hermana con las estratagemas más ruines que se le ocurrieron. Entre ellas, dos sobresalen. Amaterasu y sus doncellas habían enseñado a los seres humanos a cultivar el arroz. El malvado Susa-no-o pisoteó los arrozales, dejándolos inservibles, mientras realizaba gestos obscenos tanto a su hermana como a las doncellas de ésta. Sin embargo, el acto más ruin fue secuestrar al animal sagrado del cielo, un potro, desollarlo y lanzarlo al cuarto donde tejía Amaterasu. Uno de sus asistentes falleció al ser aplastado por el cuerpo del animal. Aterrada ante lo que estaba viendo, la diosa abandonó el cielo y se escondió en una cueva. Y no salió de allí aunque Susa-no-o hubiera sido desterrado.

En consecuencia, el cielo oscureció y el universo quedó en tinieblas, lo que provocó la miseria. Una comitiva de dioses y hombres fue a pedir a Amaterasu que volviera y cada uno acompañó sus ruegos con innumerables presentes. Pero la diosa no cedió.

La bella Ama-no-uzume, divinidad de la aurora –primera chamán japonesa- , subió sobre un barril de arroz y se puso a danzar, un baile erótico, pero sagrado, que excitó al resto de los dioses. Al oír las alabanzas y la afirmación de que la Aurora era más hermosa, Amaterasu, a tientas, salió a ver. Entonces, uno de los dioses le dio un espejo en el que se reflejó ella misma. En ese descuido, otro dios aprovechó para tomarla de la mano y sacarla totalmente de la cueva, mientras el resto la atrancaba con una enorme roca. Amaterasu volvió al gobierno del cielo.


Desde entonces es la protectora de Japón y antepasado de los emperadores.



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